No es difícil darse cuenta de la relevancia que la economía naranja o economía creativa tiene actualmente en nuestra sociedad, así como de su capacidad de generar ingresos y transformar positivamente la vida de miles de personas. La creatividad pone a los países a competir con base en su talento, por lo cual es quizás uno de los pocos sectores en los cuales países emergentes como Colombia pueden competir hombro a hombro, con el resto del mundo, sin mayores desventajas competitivas como punto de partida.
Es verdaderamente lamentable que, por razones ideológicas, o por el deseo de responder a una promesa de cambio y querer verse diferente, o aún peor, por mera voracidad recaudatoria, se eliminen prematuramente las exenciones que han ayudado al florecimiento en Colombia de este maravilloso sector de la economía.
En su reciente libro “Vamos. Siete ideas audaces para una América Latina más prospera, justa y feliz”, fácil de digerir y cuya lectura recomiendo, Luis Alberto Moreno dice lo siguiente:
“La economía creativa, a veces llamada “economía naranja” por la asociación de ese color con la creatividad, apenas mereció durante años la atención ni el respecto de los economistas convencionales, que le atribuían una importancia secundaria, sobre todo en mercados emergentes como el nuestro.
Vaya si fueron cortos de miras. Según un reciente estudio de la Unesco, la economía naranja representa alrededor de 2,25 billones de dólares a escala mundial, una cifra superior a la producción anual de bienes y servicios de la India (1.900 millones de dólares). Se calcula que la economía naranja da empleo a unos treinta millones de personas en todo el mundo. El término abarca una serie de sectores creativos y, aunque las definiciones a veces cambian, las categorías principales de la economía naranja son la televisión (477.000 millones de dólares), las artes visuales (391.000 millones) y los periódicos y revistas (354.000 millones). La moda, los videojuegos y los juguetes, la música y la publicidad también suelen incluirse en esta categoría.”
Y es que la economía naranja no está compuesta solamente de videojuegos: Es el desarrollo de nuevo software, por ejemplo software médico que, combinado con la biomecánica, es capaz de solucionarle problemas a la gente más necesitada, como aquellos que sufren de una discapacidad (visual, auditiva, física, etc.) o enfermedad crónica; es el desarrollo de la orfebrería y otras artes manuales, capaces de mantener vivas nuestras tradiciones y proyectar una mejor imagen de nuestro país frente al mundo; es el desarrollo de la culinaria de experiencia y al más alto nivel que, en países como Perú, es responsable de la generación de divisas y de empleos, y de transformar la vida de los pescadores y agricultores artesanales de productos exóticos a quienes estás cadenas de restaurantes integran como proveedores de manera estable.
Tiene también la gran capacidad de contribuir a la generación de turismo. Mucho de lo que se ve hoy en los grandes parques recreativos del mundo (Disney, Universal, entre otros), que atraen cientos de miles de turistas al año, no es otra cosa que economía naranja en su más alto nivel, mediante la integración de las cadenas productivas. Optimus Prime no existe en realidad, alguien lo inventó y como resultado muchos hemos gastado para verlo primero en la pantalla gigante y luego en vivo: Welcome, freedom fighters…
En países como el nuestro, muchos de los empresarios de este sector comienzan trabajando con las uñas, sin acceso a financiación, con proyectos cuya maduración es de largo plazo, ocho, diez años o más. La exención tributaria les sirve para mejorar su capital de trabajo y mantenerse a flote durante los primeros años.
Una propuesta tributaria sensata sería aquella que elimina exenciones o beneficios tributarios, pero a cambio disminuye la tarifa general del impuesto sobre la renta, logrando un sistema tributario más limpio y presentable. No una que las elimina solamente para incrementar el recaudo, sin al menos anunciarle a los ciudadanos -así sea por mera decencia- en qué se lo piensan gastar.
Puede descargar el texto completo del presente artículo aquí.